La primavera y la rabia

«Tenía tanta rabia que consiguió cambiar el mundo,

pero se olvidó de sí y no se enteró de nada»

Oh, entramos a la primavera. Mi época del año favorita. Una estación donde todo explosiona, como dice el dicho popular «la primavera, la sangre altera». El Sol aparece con más frecuencia y mayor intensidad, los pájaros emprenden sus canciones más románticas y aquellos animales que ivernaron están ya listos para aparearse.

Las fruterías empiezan a llenar de colores sus expositores con todos aquellos frutos más dulces y vistosos. Dejamos atrás el invierno y ya nos sentimos plenamente descongelados. Esto nos ayuda a tomar mayor conciencia del exterior y empezamos a darnos cuenta de una forma más clara de lo que no está bien para nosotros. Después de la introspección del invierno y del despertar del frío, viene el momento de descubrir si nuestra vida externa corresponde con todo lo que hemos cultivado internamente.

Esto despierta dos emociones: la alegría si vemos que hay concordancia y la rabia si nos parece que no es así. De nuevo este artículo es un encargo de mi amiga Alma Cantarero, quién me explicaba que la emoción asociada desde la filosofía yogui a la primavera es la rabia.

Esta es una emoción muy criticada, sin embargo es muy necesaria. Como ya te he comentado otras veces, todos los estados emocionales tienen su función en nuestro organismo, y esta también.

¿Recuerdas cuando hace poco, le llamaban primavera árabe al movimiento originado en diferentes países musulmanes en búsqueda de mayor democracia y libertad? El sentimiento que les dominaba era la rabia frente al injusto trato que recibían de sus gobernantes.

Sin rabia no habríamos avanzado socialmente ni tendríamos derechos. Todo ello se ha conseguido gracias al enfado que ha provocado la lucha para establecer límites y demandar lo que cada grupo ha considerado legítimo.

Individualmente sucede lo mismo, la rabia es necesaria para poner límites y reivindicar aquello que sientes que mereces. La ira es fuego interno, y por lo tanto también voluntad. Quien no maneja esta emoción está como desconectado de la vida. Es gente con poca energía, débiles, como si andasen pidiendo disculpas hasta por existir.

La rabia te da energía, te ayuda a expresar «yo también existo, y tengo derecho». La ira por lo tanto, es voluntad, es poner límites, es amor. Yo no puedo amar sin expresarme, sin existir, sin poner límites y sin dirigirme con voluntad hacia el otro. De otro modo, estoy dependiendo, buscando cobijo, intentando encontrar un enchufe que me de electricidad, pero no amando.

Sin esta emoción nada me avisaría de aquello que no está bien para mi. Ahora, todos conocemos de los problemas de una rabia desbocada, lo que entiendo como una ira ciega. El fuego puede servir para calentarnos y cocinar nuestros alimentos, o para destruirlo todo. Con la rabia pasa igual. Y esta ira ciega aparece por falta de gestión emocional, ya sea porqué no la expreso nunca y cuando sale lo hace desbocada, o porqué me dejo llevar por ella continuamente.

Por lo tanto, aprovecha la primavera para poner en orden todo aquello que no funciona en tu vida. Después de la reflexión de todo el invierno, ahora si, toca empezar a mover ficha. Y para eso, hay una pregunta que puede darte la clave: ¿Esto esta bien para mi?

Isaac Palomares

Psicólogo sanitario (número de colegiado 24.677) y tengo una experiencia de 15 años dedicándome a la relación de ayuda. También estudié coaching y periodismo.

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