La fuerza de la vulnerabilidad

 

Ni sus costillas pudieron protegerle

de esa fría mirada.

#nanorrelato

 

Instagramers de éxito, personas que exhiben su dinero, prestigio social,… cualquier símbolo de fortaleza es bienvenido en el siglo XXI. Todo para esconder lo que más tememos: nuestra vulnerabilidad. Pero esconderla es ocultar nuestra naturaleza humana. No hay nada más fácil que dañar a otra persona porque somos frágiles. Nuestro cuerpo es frágil. Por ejemplo, la piel que nos da placer es fácilmente dañable ya que cualquier contacto abrupto la puede arañar, lo mismo ocurre con nuestra alma, cualquier palabra malsonante puede herirnos a pesar de nuestros esfuerzos por no demostrarlo. Nuestra piel es porosa y nuestra alma más.

¿Qué es la vulnerabilidad?

Para mí, la vulnerabilidad es esa cualidad a través de la cual sabes que no eres independiente, sino interdependiente. Que necesitas del contacto con los demás, que hay cosas que te hacen llorar y otras que te hacen reír y no puedes controlarlas porque muchas de ellas dependen de las relaciones que estableces con otras personas. La vulnerabilidad es saber que existe todo esto; y que a veces tienes frío y necesitas que alguien arrope tu alma. Vulnerabilidad es saber que cuando te estás helando una palabra puede calentar tu corazón. Vulnerabilidad es darte cuenta que eres un ser social que necesita de los demás, que estás interconectado y que la fuerza que te conecta con los demás es el amor.

Y el amor no es un sentimiento sólo para románticos o poetas, nuestra biología se ha asegurado que lo sientas por los demás, por eso segrega una hormona llamada oxitocina que, entre otras cosas, ayuda a crear lazos con otras personas. El amor es una cuestión de supervivencia en los seres humanos.

Los niños son la clara imagen de la vulnerabilidad, nos provocan ternura y sentimos necesidad de protegerlos o cuidarlos. Ellos se entregan a la vida sin coraza y disfrutan, se sienten libres. Pero llega la adolescencia, y en nuestro contacto social, empezamos a perdernos en los demás, a darnos cuenta que pueden herirnos y empezamos a ponernos corazas. El problema de estas armaduras es que tanto pinchan hacia fuera como hacia dentro. Y cada coraza que me pongo me protege de los demás tanto como me daña hacia mí.

Por lo tanto, la vulnerabilidad tiene que ver con el miedo al rechazo, con la vergüenza de que nos abandonen por ser lo que somos. Y para combatir eso, creamos todo tipo de corazas. Veamos algunas.

– Exitoso. Crea un personaje lleno de éxito mostrando cuanto le quieren los demás, piensa que si demuestra que otros pueden quererle tu también le querrás.

Salvador. Crea un personaje que se dedica a ayudar a los demás «si me necesitan no me abandonarán».

Autosuficiente. Crea un personaje vestido de autosuficiencia «no necesito a nadie». Lo que esconde es igualmente miedo a ser rechazado, «si me aparto yo, no viviré el rechazo de nadie».

Pobrecito de mi. Crea un personaje victimizado, para que los demás se queden con él o ella por pena. Cree que si no genera lástima lo abandonarán. Esto no es vulnerabilidad, sino victimismo, ya que no hay verdad, no hay esencia sino coraza.

Estas corazas impiden mostrar la verdadera esencia, se guían por la voluntad de ocultar lo que eres. La terrible idea de que no eres merecedor de amor. Lo que pasa que cuanto menos te muestras, más se afianza esta idea, ya que no puedes descubrir qué pasaría con el amor si te mostraras.  

Oda a la vulnerabilidad

La mayoría de gente que pasa por mi consulta tiene un problema con esta cualidad. Creen que si contactan con ella van a ser más heridos de lo que están siendo al desconectarse de ella. Pero no es posible. El orgullo o la fortaleza te separan de los demás y todo lo que te aísle de los demás te va a provocar más dolor que aquello que te acerque.

¿Pero si me muestro vulnerable los demás me pueden dañar?

 Si. Y si comes algún alimento puede sentarte mal y no por eso dejas de comer. ¿Imagínate que dejaras de ingerir alimentos por miedo a una mala digestión? Morirías. Pues con la vulnerabilidad pasa algo parecido. Para no mostrarte vulnerable, empiezas a hacer ver que no te importa el contacto con el otro, su cercanía, y vas dejando de recibir caricias. Vas rebajando el nivel de sentir para casi anularlo. Y no sentir es no vivir, así que para evitar la vulnerabilidad te conviertes en una muerta en vida.

La vida es miedo, tristeza, rabia y también alegría, confianza, voluntad, gratitud, amor. El problema es que no puedes dejar de sentir sólo lo que no te gusta, al dejar de sentir cierras tu corazón para todo.

La paradoja de la vulnerabilidad

Y aquí llegamos a la gran paradoja de la vulnerabilidad «cuanto más vulnerable te muestras más te das cuenta que puedes sostener todo aquello que te sucede y más fuerte te sientes». Mientras que cuanto más proteges tu vulnerabilidad, más miedo a exponerte y más débil. Así que aquello más fuerte es ser todo lo vulnerable que estás llamado a ser. Generalmente todo lo que haces para ser querido es lo que más rechazo provoca en los demás. Cuando alguien se abre a su verdadera esencia y deja de esforzarse por parecer fuerte o hacer que le quieran, se encuentra con la facilidad de ser querido por lo que es y no por lo que ha construido. 

Además, cuanto más te dejas sentir esta cualidad menos dependencia creas en tu entorno cercano, ya que sabes que puedes establecer relaciones sanas, de esencia a esencia con otros seres humanos que encontrarás por el camino. Como dice la investigadora René Brown, eres suficiente. Vive sintiendo que eres suficiente y atrévete a amar sin garantías, es la única forma de amar, el resto no es amor.

Cuando alguien pierde el miedo a ser vulnerable empieza a VIVIR en mayúsculas.

Isaac Palomares

Psicólogo sanitario (número de colegiado 24.677) y tengo una experiencia de 15 años dedicándome a la relación de ayuda. También estudié coaching y periodismo.

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