¿Tienes a alguien cerca que te haga sentir cuidada? ¿Tienes gente cerquita a quién te guste cuidar? Y no hablo de un encuentro que genere deuda o te acabe frustrando. Hablo de una entrega auténtica, sincera y que es recompensada por el mero hecho de saborearla.
En las formaciones que imparto suelo hablar mucho de la ayuda egoica, aquella que es fruto de la manipulación. La que invalida a la otra persona, la que salva, la que deja sin recursos a quien tienes delante, la que genera deuda, la que provoca dependencia, la que destruye. A veces el interés puede vestirse de cuidado. Es posible, que en algunos momentos te sorprendas en ese tipo de ayuda. Yo, a veces, me he sorprendido ayudando para gustar. El primer paso para deshacerla es identificarla.
Pero hay otro tipo de cuidado, el que nace de la trascendencia del ego. El que parte de la humildad más profunda y la generosidad más sincera. Esta no es una ayuda ruidosa ni grandilocuente, tampoco genera deuda ni es imprescindible. Es una ayuda que si no está no pasa nada, pero que cuando la notas calienta tu corazón. Este tipo de cuidado se parece más a un acto de belleza que a una imposición.
El cuidado como belleza NO es
obligar a la otra persona,
imponerle tu forma de ver la vida,
generarle presión para que compense la deuda,
demostrarle que tu sabes más que ella,
hacerle creer que sin ti no podría,
generar lazos de
dependencia.
El cuidado como belleza SÍ es
ser red más que empujón,
ser hombro para apoyarse más que manos para hacer,
incondicionalidad en la discrepancia más que imposición,
libertad más que dependencia,
que ella se sienta capaz contigo más que pequeña.
La belleza del cuidado está
en el interés por tus cosas,
en la escucha empática,
en llamarte para saber como te va,
en apoyar tus proyectos como si fuesen míos,
en sonreír cuando algo te va bien aunque me entere por casualidad,
en acordarme de tus sitios favoritos,
en traerte un pastel de melocotón y almendras,
o una bolsa de chucherías, que no alimentan pero son bonitas,
en estar allí aunque no me veas,
en decirte cosas hermosas,
en que sepas que puedes contar conmigo,
en que no me necesites pero me quieras a tu lado.
En definitiva, cuidar se convierte en un acto de belleza cuando consigo que te sientas tu importante en vez de reivindicarme yo como importante.
¿Con quién vives tu estas experiencias?
Te abrazo,