A veces siento que la vida se ordena. Me hace creer que fui yo el que, con mis habilidades, conseguí que todo se pusiera en orden. Pero solo es una tregua, un momento azaroso en que la eternidad me da espacio para coger aire y recuperarme.
¿Siempre va a ser así? Me pregunto en medio de todo el movimiento. Recuerdo como en mi niñez parecía todo más estable. Seguramente mis padres hacían de bote y con su sostén yo no sentía los baches con la misma intensidad.
En consulta la gente me pide serenidad, calma, paz o relajación. Como si yo pudiese inyectarle una dosis de bótox relajante. Pero la serenidad, la calma, la paz o la relajación, no es algo que se pueda conseguir externamente, tampoco es resistencia sino flexibilidad.
Siento la vida como un océano, a veces en calma y otras en agresiva tempestad. Y tú, y yo, como tripulantes de un barco que hace lo que puede. Sin duda, no todos estamos en el mismo barco, algunos nacen y van con una embarcación hinchable y otros con grandes barcos lujosos. La tempestad de la vida no se siente igual desde cualquier embarcación, tampoco todo el mundo navega por el mismo espacio del océano. Hay gente que con pequeñas barcas enfrenta pocas tormentas y gente que con lujosos barcos a traviesa grandes oleajes capaces de tumbar cualquier embarcación.
La vida y el azar, siempre de la mano. Queremos controlarlo todo sin darnos cuenta que no podemos controlar nada. Es absurdo preguntarte porque a ti te tocó vivir lo que vives o porque ella vive eso diferente. La vida no es justa, ni tampoco injusta. Eso no dejan de ser juicios en base a nuestra manera de entender el mundo. Hay dictadores que mueren en una cama rodeados de su familia y buscadores de la paz asesinados en labores humanitarias.
No me gustaría que recibieras este escrito como una declaración pesimista, no pretende serlo, más bien pretende ser una mirada esperanzadora sobre la vida. No es lo que sucede, eso escapa a tu control, es tu capacidad de resilencia, la adaptación, la confianza en tus recursos y saber que puedes sostener lo que te pase, hasta que un día mueras, porque vas a morir… Yo tengo que repetírmelo porque se me olvida.
Pero te haces una idea de la vida que quieres, crees que puedes ordenarle como tiene que comportarse contigo. Pero ella es más grande que tú, y hace, y hará lo que le dé la gana. A veces nos da treguas, solo eso, pequeños espacios de aire. Pero luego te llevará por donde quiera. No te resistas, suelta amarras, déjate llevar, flexibiliza tu mente, flexibiliza tu cuerpo, flexibiliza tu vida, flexibiliza tu sonrisa.
A mí me ayuda contactar con la humildad. Al alejarnos de las religiones, hemos ganado en algunos aspectos y perdido en otros. Creo que una de las pérdidas es la humildad. La humildad para aceptar que somos una mota de polvo para el universo. Que aquello que nos pase es muy importante para nosotros, pero muy poco para la vida. La humildad de arrodillarnos frente a una eternidad tan grande. La humildad para preguntarnos no solo qué quieres tú en esta vida, sino también ¿qué querrá la vida de ti en este instante?
Te abrazo,