un templo
Tu cuerpo,
una cárcel
Tu cuerpo,
una bendición
Tu cuerpo,
una condena
Nuestros cuerpos,
entrelazados sin tocarse,
fuente de placer
Nuestros cuerpos,
entrelazados sin tocarse,
fuente de dolor.
Una caricia
que penetra el alma
Un bofetón
que desgarra el alma.
Una alma en cuerpo manifestada.
Un cuerpo en alma manifestada.
Entro en Instagram y me encuentro con chicas y chicos preciosos. La mayoría jóvenes. Empiezo mis sesiones como psicólogo y me encuentro personas heridas: por su peso corporal, el tamaño o forma de sus genitales, sus labios, arrugas, canas, el color de su piel y hasta por una minúscula mancha que apareció anunciando que su piel ya no es tan joven.
Abro Instagram y me aparecen publicaciones, pienso que del mismo chico, y luego descubro que son varios, diferentes personas con una misma estética. Todos reivindican en su texto la originalidad y su ego único.
Entro en Tiktok y me aparecen personas de género fluido, mujeres y hombres transexuales. Todo muy diverso, eso sí, gente preciosa. Y entiéndeme cuando en este artículo uso las palabras precioso, bello o feo, siempre lo hago referenciado a los cánones de belleza vigentes actualmente.
Byung-Chul Han, en su denso a la vez que maravilloso libro La expulsión de lo distinto, dice que en la sociedad actual reivindicamos la originalidad y la diversidad a través de la expulsión de aquello diferente, poco a poco nos vamos homogeneizando cortando lo que nos distingue para ser todas iguales a la vez que reivindicamos la diversidad y la originalidad.
Una vez, una paciente actriz me dijo que cuando estudiaba siempre le tocaba hacer de criada, nunca la proponían como actriz principal por su físico. Una periodista de un medio de comunicación estatal me contó en 2012 que la habían retirado de la cámara porque preferían poner mujeres jóvenes y más bonitas que ella.
La Sexta, con toda su reivindicación del feminismo y de la igualdad, sólo tiene mujeres guapas en pantalla. Se olvidan que el movimiento se demuestra andando.
En este momento aceptamos todo lo diverso siempre que sea bello. Hemos metido en el armario la gente fea, los culos gordos, los penes pequeños, los pechos con estrías, los hombres con curvas y las mujeres sin curvas.
En la consulta, suelo oír habitualmente que alguien no acepta su cuerpo – y suelen añadir- que no tiene que ver con lo que los demás digan, sino con su propio juicio. Pero nunca es verdad, el juicio propio no existe, es un juicio hecho de pedacitos de juicios externos (la presión social, los padres, los compañeros de clase, las redes sociales,…)
Queremos aceptar el propio cuerpo mientras enjuiciamos el cuerpo ajeno. A veces lo verbalizamos y otras no. Pero ¿qué pasa si te gustan los pechos o penes grandes? ¿Los hombres fuertes o las mujeres con curvas? ¿Es eso malo? No, pero no olvides que normalmente te gustan aquellas canciones que escuchas habitualmente por la radio. Seguramente me dirás que hay condicionantes biológicos que provocan cierta atracción hacia determinados atributos físicos. Y así es, también estamos preparados para cagarnos encima y sin embargo hemos aprendido a contenernos e ir al baño.
Hacer activismo por la diversidad es abrir los armarios frente a cualquier condición. Cuanto más unifiques lo que ves en las redes sociales, más se reducirá tu gusto estético y menos conforme estarás con tu cuerpo.
Quiero hacerte una pregunta. ¿En los últimos años te sientes más a gusto con tu cuerpo o menos? Si cada vez te sientes más a gusto, te animo a que sigas con lo que estás haciendo. Si cada vez te sientes más a disgusto, observa lo que consumes.
Igual que la comida que ingieres influye en tu cuerpo la información que recibes influye en tu alma, en tu ser y en tu mente. ¿La eliges o te la eligen?
Tan bonita eres si no te comparas. Dice Osho que los árboles, los animales no se comparan y son felices. Tu si lo haces, yo si lo hago, me comparo con una imagen de ideal y en el fondo, siento que si no soy así no me querrán. La belleza es una dictadura, una nueva concepción de clase social que margina a quien no sigue sus cánones.
Hablaba de esto con una paciente muy querida: si yo fuera más feo, me leería menos gente, si yo fuera más guapo, tendría más seguidores. Influye, claro que influye. La belleza es un negocio, y es lo opuesto a la diversidad. No puedes defender la diversidad y la belleza -como cánon- al mismo tiempo. La cultura es cómplice, responsable de la armarización de lo diferente, del feo, de la gorda, de la que le falta un pecho o le sobra una cana, del cojo o la bizca, de poder reivindicar lo diverso de verdad. Sin referentes nunca saldrá lo feo del armario y dejaremos de considerarlo feo.
Quiero más Paquita Salas y menos Tokios, no porque no me guste Tokio (personaje de La casa de papel), sino porque no todas lo son y si en televisión están sobrerepresentadas nos vamos a liar, a perder y a angustiar.
Que tu puedes ser una mujer trans si eres bonita o un hombre gay si tu cuerpo es fuerte. ¿Pero qué pasa si eres fea, gorda o esquelética?
No puedes abrazar la diversidad solo cuando se homogeiniza, porque entonces es una paradoja. Que yo abrace la diversidad como lema, la diversidad como bandera, no solo te libera a ti, sobre todo me libera a mi, y yo quiero ser libre.
Te abrazo,